Résumé: | Hace unas semanas tuve oportunidad de participar de un taller donde varios investigadores urbanos exponían los resultados de sus trabajos. Un tema recurrente era la definición del límite entre lo rural y lo urbano y la búsqueda de indicadores que permitieran construir una definición precisa de ambos ámbitos. A pesar de la utilización de nuevas tecnologías, el análisis de las imágenes satelitales conducía necesariamente a la medición de un porcentaje de viviendas por hectárea, a la identificación de una matriz de infraestructuras que sostenga este asentamiento disperso o a la detección de tierras de labor que justificaran su afectación como área rural. Desde hace tiempo este trabajo me parece inútil, porque estoy convencido que en nuestro medio este límite no se presenta como una línea, sino como una franja, a la que denominamos borde periurbano. Podemos constatar que en la actualidad los ámbitos académicos que estudian la problemática urbana han aceptado este concepto, pero paradójicamente esta constatación los lleva a pensar que no se trata de una línea, sino de dos, (rural/periurbano y urbano/periurbano) lo que también implica definir lo que sucede dentro de este perímetro de transición. |