Resumo: | El desorden atraía tanto por su complejidad oscura como por los imaginarios que incita. Algunos equipos reúnen a técnicos y políticos para proyectar cambios en las ciudades divagando sobre lo que podrían ser en 2050; otros, formados por antropólogos y arquitectos, exploran las fantasías de los ciudadanos, que oscilan entre sospechar catástrofes y registrar los olores y colores, los paisajes y el grafiti, que distinguirán la marca de cada urbe. No me atrae tanto cómo se narran ahora esas ciudades por sus habitantes y sus turistas, sino comprender las intenciones originarias y los desacuerdos con los que se observan años después. Veo en las ciudades zonas donde averiguar cómo se estropean las utopías, qué dramaturgia del desastre las reemplaza. |