Abstract: | Argentina padece de una suerte de provincianismo cosmopolita: vive buscando referencias internacionales para luego aplanarlas en un sentido patéticamente parroquial. Así, ni logramos desarrollar un «pensamiento nacional», ni «nos abrimos al mundo», por citar dos consignas muy empleadas en el debate local. Durante todo 2016, por ejemplo, la pregunta argentina fue si Trump era peronista, ejercicio que difícilmente contribuyó a explicar al peronismo y que de ninguna manera permitió entender a Trump. La experiencia de 2020 puede ser una buena oportunidad para abandonar el provincianismo y al mismo tiempo recuperar una reflexión particular sobre la base de nuestros problemas y condiciones. El COVID-19 y una crisis climática que nos estalló en la cara bajo la forma de diversos incendios forestales fueron experiencias compartidas con todo el globo. Al mismo tiempo, la vivencia urbana de la cuarentena y las discusiones en torno a modelos de desarrollo (ganadería porcina de exportación, explotación inmobiliaria de espacios verdes, etc.) nos obligaron a pensar la relación con nuestro entorno. Una experiencia mundializada y una reflexión sobre el espacio que ocupamos nos permitirían abarcar lo global y lo local de una manera mucho más virtuosa que hasta ahora. Claro que para eso hacen falta herramientas organizativas y conceptuales. La experiencia de m7red, el colectivo de «investigación y activismo sobre escenarios urbanos complejos», recientemente galardonado con el premio holandés Príncipe de Cultura y Desarrollo en la sección Arquitectura, es un buen caso para ver una manera posible de reflexionar sobre cuestiones globales a partir de experimentos locales. |