抄録: | El barrio ya es jungla, pero el ciego sigue fumando, quieto, ajeno a las mutaciones. Es más, de tan quieto se está convirtiendo en piedra. Una serpiente gorda brota de la espesura, se desliza untuosa entre los troncos y se enrosca alrededor de los pies del ciego que ya, de pura piedra, se volvió pirámide, con un altar humeante en la cima. En la cabeza de la serpiente, las escamas se enhiestan y crecen hasta formar una gola de plumas. Es Quetzalcoatl que, abrazado a la base de la pirámide, se hizo friso. El rumor ya es un estruendo y el piso tiembla, ondula, se rompe y se inclina. Me cuesta mantenerme en pie. Ahora, la pirámide es un enorme cono -el Popocatépetl- que fuma, fuma y fuma (igual que el ciego del verso de Carriego) y de sus entrañas brotan terribles bramidos, como si se tratara de un titán dispéptico. El piso se inclina... más... más. Intento escaparme, pero las piernas se me enredan en las ramas retorcidas. Siento que caigo, pero no caigo. Con las piernas atrapadas, la caída queda suspendida durante un fragmento infinito de tiempo. |